Violencia intrafamiliar en la Cuarentena
Ni la presente generación, ni otras que nos precedieron, vivieron el espanto y la incertidumbre que nos ha traído el primer trimestre del año 2020 en materia de salubridad y amenaza de muerte. Es el Coronavirus o COVID -19, palabra que ya se hizo terriblemente sonora en medio de un pánico nacional e internacional. Países como China, sufrieron los efectos devastadores de este virus mucho antes de marzo, pero en República Dominicana la epidemia irrumpió en el mes de marzo con un ímpetu insospechado: cientos de defunciones, hospitalización, y el sorpresivo aislamiento masivo.
Todos los gobiernos, como nunca antes visto, están tomando medias iguales y / o parecidas, pues en medio de la turbación por el rápido contagio, se han auxiliado, a fin de salvar vida, de las llamadas medidas de excepción. La realidad les ha conminado a la actuación nerviosa y acelerada, pues se está bajo la presión de un escenario deprimente y tenso en cada país y en la mente de cada familia donde la paranoia resultante, coloca a todas las personas, sin distingo de edad, como sospechosa de tener la enfermedad del virus.
En su afán de detener el contagio las autoridades toman medidas extremas de higiene personal y ambiental, así como un urgente llamado al alejamiento social, con tanta reiteración y vehemencia como quien tiene delante una cartilla que debe aprender e integrar a su nuevo modus vivendi. En la emergencia de mayor impacto el gobierno dominicano, apoyado en la Constitución (Art. 265) ha recurrido a medidas extremas como la cuarentena, y el Toque de queda a nivel nacional, y bajo la consigna QUEDATE EN CASA todo el mundo debe refugiarse en su hogar con todo lo que esto implica, salvo casos muy especiales.
Es este un virus de magnitud nunca antes vista, y pocos se aventuran, en lo inmediato, a hablar de su final, pero en cambio, se da por seguro que habremos de vivir bajo los efectos de condiciones traumáticas no superables en el corto plazo, pues estamos frente a situaciones lastimosas y desconcertantes por el número de personas fallecidas, y en proceso de fallecer, el descalabro de la economía familiar y social, el nuevo modelo de relacionamiento cercano- afectivo.
Además de lo nacional, afecta en grado sumo la tétrica situación de países cercanos y / o distantes donde este virus se ha llevado a tantos miles de personas mostrando un espectáculo dantesco. Esta realidad obliga a visualizar un panorama saturado de incógnitas. Sin embargo, contra cualquier vaticinio quedan abiertas desde ya las puertas al optimismo y a la creatividad, a no cruzarse de brazos, y a explorar en el horizonte nuevas alternativas.
Toda la descripción y el actuar, ya indicado, es comprensible, necesaria y urgente, sin embargo hay realidades no abordadas dentro de estas urgencias circunstanciales, y hay la obligación de señalarlas, pues son vitales, y deja huellas. Piénsese que la reclusión en el hogar (de todos los miembros de la familia) por tiempo tan prolongado, genera mucha presión a lo interno. Niños y niñas fuera de las aulas escolares, y el marido que no puede ir a su trabajo formal o informal, son agentes que presionan por los servicios de la casa: Comida, higiene ambiental, atención a las dolencias y necesidades particulares, entre otros servicios.
¿Hacia quienes va dirigida toda esa presión? Está claro que van hacia aquellas a quienes la ideología y la cultura ha asignado los roles de servicios, atenciones y tareas en el hogar sin más paga que el concepto del amor, y la satisfacción por el “deber cumplido”. Quizá en los dos primeros días esto resulte una novedad y una celebración, pero más allá de ahí se está al borde de la monotonía, el hastío, aburrimiento, irritabilidad, caldo de cultivo para la violencia intrafamiliar.
La violencia en tales circunstancias no va solo hacia la mujer, sino hacia niños, niñas y adolescentes pues estos, por su naturaleza, suelen ser inquietos, hiperactivos y hasta indomables. En experiencias docentes hay testimonios de niños y niñas que la pasan mejor en la escuela que en sus casas donde reciben malos tratos físicos, verbales y sicológicos. Pensemos muy serenamente en esta realidad, pues aunque se esté en este tiempo tan fatídico impuesto por el Coronavirus, la violencia hacia la mujer y la violencia intrafamiliar no se suprime ni necesariamente disminuye, más bien queda justificada socialmente como descarga de aburrimiento e irritabilidad.
Hay situaciones por las que políticamente pueden atravesar los países, y ante el mundo pasan como asuntos normales o necesarios, pero no advierten que para las mujeres implican otras complicaciones. Por ejemplo, está demostrado que en período de conflicto bélico las mujeres y las niñas corren el riesgo de ser violadas. Igual ocurre cuando un país es ocupado militarmente por fuerzas armadas extranjeras. Es el caso de Haití donde muchas niñas, y mujeres fueron violadas sexualmente, y puestas a prostituirse por parte de soldados de la MINUSTAH, apostados en ese país desde el 2010 - 2017.
Ahora, la cuarentena no está asociada a conflictos bélicos, ni invasiones extranjeras ella, mas también representa, para un número no determinado de mujeres, un momento crucial de presión, inseguridad e incertidumbre generado por violencia intrafamiliar de cualquier tipo, que ya se ha instalado con anterioridad a la causa del encierro decretado. Ahora estos hechos, en ausencia de menos freno social, son más difíciles controlar, pues es más complicado el ejercicio de denunciar y buscar ayuda, pues Coronavirus es el centro de atención social, política, institucional , y mediático.
La cuarentena, por auspiciar espacios cerrados, es caldo de cultivo para esa violencia que suele ampararse no solo en que “algo le hizo” sino en la aceptación social de que el hombre es irritable, y ella debe ser comprensiva, y evitar esas “naturales” descargas. Por eso analistas de la violencia intrafamiliar y violencia de género ven en la cuarentena una amenaza real a la integridad física y sicológica en la relación de pareja, y el ambiente del hogar. Igual se pueden registrar casos de relaciones incestuosas, y de otras clases de violaciones a niñas/ os tanto de parte de los adultos como de otros menores.
Por todos estos peligros minimizados y silenciados en el contexto de la cuarentena, hay varios países donde ya se tienen conocimiento de violencia de género en el este periodo de encierro. Así lo acaba de denunciar la Organización de Naciones Unidas, ONU, indicando el aumento de este tipo de violencia, incluido los feminicidios. La ONU alerta a que se les de auxilio a estas mujeres ¿Se deben tomar, para los hombres, tales medidas de protección? Recuérdese que la subvaloración sociocultural y política hacia la mujer ha sido, y es lo que sigue engendrando violencia hacia ella con todas las consecuencias resultantes.
Para quienes formulan estrategas de conflictos bélicos, ocupaciones territoriales, y cuarentenas, lo que afecta a la mujer de modo particular, es asunto pasado por alto, son como detalles de ínfima o ninguna importancia. Es de ahí que Ministerio de la Mujer, y la Procuraduría, deberían, como indicador de que se está en serio sobre este problema, haber lanzado, al unísono del anuncio de cuarentena y Toque de queda, una estrategia de prevención y de alerta de violencia intrafamiliar durante este periodo crítico en que nos ha colocado el Coronavirus, pero no lo hicieron.
En momento como este pone a prueba la vulnerabilidad y e indefensión de un número no cuantificado de mujeres. Así queda mucho más evidente la pertinencia de prevenir a profundidad la violencia de género y violencia intrafamiliar. Hace muchos años que hemos asumido esta consigna, este credo que se orienta hacia la concienciación de lo que ningún país debería seguir tolerando. Ya en España, en medio de las mortandad por Coronavirus, según reporte, el feminicidio se ha dejado sentir, pues ¿por qué iban ellos a respetar la cuarentena si esta se halla por debajo de su visión de lo femenino, y su sentido de posesión no tiene aguante en ninguna circunstancia?
La violencia de género y la violencia intrafamiliar son en Dominicana, es un escenario sangre y de miedo, una amenaza cierta a la estabilidad familiar y a la vida misma de la mujer. Por esta razón, si no se hizo antes, estamos a tiempo de lanzar, junto al informe de la marcha del Coronavirus, un alerta sobre esa violencia. Es aquí donde el ministerio de la mujer debe jugar un rol más proactivo con cápsulas educativas que le recuerden a la población no solo la importancia de la convivencia sana, respetuosa y solidaria en la familia, sino también recordarle que la violencia contra la mujer es un delito, no es un desliz ni un exabrupto, sino una cultura aprendida que hay que desaprender y erradicar de la convivencia social y familiar.
Que se inviertan todos los recursos necesarios en esta batalla por el respeto a la integridad física y emocional de las mujeres. Más vale que así pensemos, pues si esta base hubiese estado echada, hoy no hubiera la preocupación de que en tiempo de cuarentena se puedan presentar situaciones de inseguridad y violencia de género e intrafamiliar. Anhelemos el día en que un serio trabajo de prevención a este nivel, y con base socioculturales e ideológicas, sea el más grande de los aportes a la paz, el buen vivir, y de democracia con sentido de equidad y solidaridad fraterna.
Melania Emeterio R.
Abril 2020